Hasta luego, PRESI.
Llegó a nosotros con una delgadez extrema, su estado nos revelaba que está preciosa presa había vivido atada y con a penas comida. Pero llegó a nosotros y PRESI decidió comerse la vida, disfrutar de todo y vivir, vivir al máximo todo aquello de lo que antes le habían privado.
Y nos enamoró , nos enamoró con sus andares, con sus juegos de piraña y con su mal humor cuando tuvimos que ponerla a dieta.
Ahora PRESI nos ha dejado y ha dejado un hueco enorme, pero la recordaremos así: con su sonrisa, con su mirada, la seguiremos recordando junto a su amigo Sañufo y calentita en su pale.
PRESI nunca consiguió conocer un hogar, pero tuvo un gran familia, la familia apanotera.
Hoy nuestro cielo brilla todavía más fuerte porque ha ganado una nueva estrella.
Hasta siempre, PRESI.